«Franco ha muerto, trabajo normal»



Leo la columna de hoy de Ignacio Martínez de Pisón en La Vanguardia (que tiene un estupendo equipo de columnistas, dicho sea de paso, que concibe el género como una pieza literaria más que solo periodística: Joaquín Luna, Sergi Pàmies, Quim Monzó, Martínez de Pisón, etc.). Se titula “La Barcelona de anteayer” y trata de los diarios que un barcelonés de a pie de nombre Hilari, empleado de Telefónica, llevó toda su vida y que fueron descubiertos en un mercado por Albert Forns. Hilari era un hombre ordinario, pero que se dedicó a registrar minuciosamente durante años sus días laborales, comidas, salidas al cine, compras, amores y consignar de vez en cuando los acontecimientos históricos: el diario de una persona normal.

Lo traigo a colación aquí porque, sin saberlo, Hilari repite un gesto, comentado en la entrada anterior, que lo emparienta con Kafka y Joyce. El día que murió Franco (20 de noviembre de 1975), anotó: “Franco ha muerto, trabajo normal”. Kafka y, sobre todo, Joyce, que tanto amor sentía por el hombre común y corriente, lo habrían aprobado. Más allá de la coincidencia, llama la atención ese cotejo entre los grandes acontecimientos, la Historia, y la vida personal, con claro saldo a favor de esta última. ¿No es siempre así?, ¿no, en el fondo, lo que importa son los pequeños acontecimientos de las vidas personales y no el ruido de los Hechos Históricos?

La columna, aquí: https://www.lavanguardia.com/opinion/20201009/483947782566/la-barcelona-de-anteayer.html

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